MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y FISICA DE LA ENERGIA-ALEJANDRO D GONZALES
CENTRO REGIONAL UNIVERSITARIO BARILOCHE(CRUB)-UN COMAHUE-CONICET
Toda crisis energética involucra a los usuarios. Por un lado, porque son los consumidores, y por otro, porque son los actores responsables de la distribución de los menores recursos.
Cuando se debe ahorrar energía se lanzan campañas educativas y se utiliza a los medios masivos de comunicación para difundir el problema y las recomendaciones para paliarlo
Pero los medios, ¿transmiten la información correctamente?
En situaciones de crisis energética se crean, o recrean, programas de uso racional de la energía y se provee al usuario con información y sugerencias que tienden a reducir el consumo, en lo posible sin desmedro del confort y la calidad de vida. Los programas de ahorro se llevan a cabo con material educativo y publicidad a la vez. También tiene lugar una acción no programada a través de los medios de comunicación masiva, para los que por añadidura el tema es noticia. Sin embargo, he observado a lo largo de los pasados dos años, graves errores en los conceptos transmitidos por los medios escritos de gran circulación que oscurecen el tema pero que, a la vez, brindan a educadores e investigadores la oportunidad de actuar con la sociedad en general en forma beneficiosa.
Un problema con mucha física
Tanto en los programas de promoción del uso racional de la energía (URE) como en los canales de noticias se dan explicaciones e información que contienen conceptos básicos de física. En general, los mensajes combinan instrucciones precisas sobre qué hacer, con intentos de llevar al consumidor un conocimiento que le permita decidir mejor cómo implementar las estrategias de ahorro. El problema es complejo, ya que involucra al mismo tiempo hábitos personales de consumo, junto a una enorme diversidad de métodos posibles de ahorro. Por ello, la implementación de programas que tengan al usuario como protagonista educado deberían alcanzar objetivos que redunden en tasas de ahorro más elevadas y, algo aún más importante, un comportamiento sostenible en el tiempo.
Ya en 1989, durante otra crisis energética, un artículo en Ciencia Hoy nos brindaba detalles de generación, consumo, y lo básico en los conceptos físicos relacionados (ver Ciencia Hoy 2:47-55, 1989). Quince años después, en 2004 y 2005, encontrar en un medio escrito de gran circulación el uso reiterado de kW/h (léase ‘kilowatt por hora’) como unidad de energía podría parecer, en principio, un error de impresión. Sin embargo, si lo sigue una frase del tipo ‘lo que se abona es la energía eléctrica, es decir, potencia eléctrica en kilowatts’, se trata de un problema más grave. Si tomamos algunos de estos errores como ejemplos, veremos que un tratamiento correcto de los conceptos y sus unidades de medida haría que la información sea más accesible a un público general.
Ejemplos de afirmaciones incorrectas
En dos de los principales diarios del país hemos detectado conceptos y definiciones equivocadas, unidades de medida que no existen o que son usadas fuera de contexto, y comparaciones de eficiencias térmicas que contradicen principios fundamentales. Por ejemplo, en 2004, en un mismo artículo ocurrió que: i) se usó la unidad kW/h para energía y consumo. El Watt (W) es una unidad de potencia, y mide la cantidad de energía que se puede entregar (o consumir) por unidad de tiempo. Se trata de una magnitud intensiva; luego, ‘kilowatt por hora’ no tiene sentido. Sí lo tiene ‘kilowatt hora’ que es la cantidad de energía entregada (consumida) en una hora por una potencia de un kilowatt; ii) se definió al BTU como una unidad de volumen del gas. BTU (British Thermal Unit) es una unidad de energía en el sistema inglés. Corresponde a la cantidad de calor necesaria para elevar en un grado Fahrenheit la masa de una libra de agua. Como una libra es igual a 454 gramos y un grado Centígrado de diferencia de temperatura igual a 1,8 grados Fahrenheit, entonces la energía en un BTU equivale en números redondos a 252 calorías –una caloría es la energía necesaria para elevar en 1°C la temperatura de un gramo de agua. El precio mayorista del gas se establece por cada millón de BTU. El metro cúbico, en condiciones normales de presión y temperatura, es una unidad de medida del gas. Un metro cúbico de gas contiene una energía cercana a 37.000 BTU; iii) se calcularon mal algunos porcentajes, como por ejemplo que un precio de un peso es un 40% más caro que uno de 60 centavos. Un peso es casi 67% más caro que 60 centavos.
En marzo de 2005, en el mismo diario, se utilizó indistintamente el MW/h y la unidad MW para indicar consumo de energía (la M indica ‘mega’, o sea, millón; en este caso, millón de Watts). No solo se inventó una unidad inexistente (MW/h), sino que además se usó equivocadamente una habitual, MW, que mide potencia y no energía consumida.
Es común leer la frase: ‘lo que se abona es la energía eléctrica, es decir, potencia eléctrica en kilowatts’ (textual de una nota en un lugar destacado de otro diario). La primera afirmación es correcta. Luego de la coma, la segunda la contradice, ya que la potencia es una magnitud instantánea. En las facturas de electricidad la provisión del servicio se consigna en forma correcta, como energía consumida (no potencia) en kilowatt hora (kWh).
No se trata de un problema gramatical. En física, una unidad de medida está íntimamente relacionada con la dimensión de una magnitud y con ecuaciones que a su vez la relacionan consistentemente con otras. En algunos casos, luego de inferir las magnitudes de las cuales depende un fenómeno, el análisis dimensional puede ser útil para deducir las ecuaciones que las relacionan. Es decir, por un lado, los números no tienen sentido si no van acompañados de la dimensión correcta. Por otro lado, el uso correcto de las unidades de medida lleva a la inferencia de la dependencia de las magnitudes físicas.
Vocabulario científico en argumentaciones equivocadas
Un poco antes en el tiempo, en 2004, detectamos errores aún más graves. A los mencionados en el párrafo anterior se le agregaron conceptos más sofisticados, como eficiencia y rendimiento térmico. Por ejemplo, de varias notas sobre ahorro de energía parece deducirse que los Principios de la Termodinámica no funcionan muy bien para los hornos de cocina y las estufas eléctricas, pero que, sin embargo, sí serían válidos para los calefactores de tiro balanceado. Extraído textualmente de un diario: ‘los artefactos eléctricos gastan mucha electricidad’, o ‘son menos eficientes que los de gas y no calientan el ambiente’. Esto es incorrecto y el error surge de comparar potencias y no eficiencias térmicas, y de arribar a conclusiones apresuradas al comparar artefactos con potencias que difieren en un factor 4.
El hecho más importante, y que raramente se explica, es que en ambos casos el calor se irá del ambiente si este no tiene aislación adecuada. La realidad es que la eficiencia final de uso de los artefactos eléctricos es entre 40% y 60% mayor que la de aquellos a combustión con salida de gases al exterior. Este es un hecho bien estudiado y documentado y aparece incluso en los catálogos de los fabricantes (existe un sitio en Internet de un fabricante de termotanques [www.rheem.com.ar] donde se pueden comparar las eficiencias de los equipos eléctricos con los de gas. Los eléctricos tienen eficiencias 45% mayores). La excepción son los artefactos a combustión sin salida de gases al exterior, pero estos están fuertemente desaconsejados por razones de seguridad.
En otro caso, el consumidor recibe afirmaciones tales como, ‘a igual uso, el kerosén resulta más caro que el gas envasado’. Esto tampoco es cierto. Es fácil calcular el precio por unidad de energía. Si consideramos aún el precio de la ‘garrafa social’ a $18 resulta que: para kerosén, gasoil y gas envasado se tiene un precio similar, algo menor a 4 centavos por MegaJoule –un Joule es una unidad de energía ligeramente inferior a un cuarto de caloría. El rendimiento de los quemadores de kerosén gasificado es muy similar a los de gas. Por otro lado, en ese tipo de estufas de pantalla o cocinas de gasificación sin chimeneas ni recirculación de gases, todo el calor generado se localiza en el interior de la vivienda. Sin decir nada sobre diferencias en el rendimiento, no hay diferencia de precio por unidad de energía y el costo es similar se use kerosén, gasoil o gas envasado –salvo para quienes no acceden a la ‘garrafa social’ para quienes es más caro el gas envasado. Hay, sin embargo, a favor del uso de gas argumentos sanitarios y ambientales, que los diarios no tratan. Estudios de la Technische Universität Berlin de Alemania muestran que el gas introduce menos contaminantes en el ambiente y en el aire interior de la vivienda. Un posible fin oculto de aquellas afirmaciones pudo haber sido advertir al usuario sobre beneficios para la salud y el ambiente, aunque se infiere del texto que los autores no conocen la información que sustenta esas recomendaciones.
En la tabla I se resumen algunos datos sobre distintos recursos energéticos accesibles al usuario residencial. Se muestra la cantidad de energía que puede obtenerse de cada unidad habitual de compra, ya sea m3, kg, litro o kWh. Los precios por unidad están dados según valores de la ciudad de Buenos Aires y alrededores, con todos los impuestos a consumidor final domiciliario. Pueden considerarse estimativos. En los casos de gas natural y electricidad se pesó la incidencia del gasto fijo de acuerdo con los promedios de consumo en viviendas unifamiliares del Gran La Plata. Estos fueron investigados mediante encuestas y auditorías realizadas por el Instituto de Estudios del Hábitat de la Universidad Nacional de La Plata. Para la década del 90 los promedios encontrados son 157 m3/mes para gas natural y 202 kWh/mes para electricidad. En los sitios en Internet de los entes oficiales también pueden encontrarse los datos para calcular los promedios de consumo por usuario. Sin embargo, en este caso se promedian viviendas de las cuales no se conoce el nivel de habitabilidad y confort, incluyéndose posibles casos con infraconsumo, ya sea desocupadas o con deficiencia en artefactos. Para el Gran Buenos Aires y Provincia de Buenos Aires el promedio de consumo calculado con datos del Ente Nacional Regulador del Gas (www.enargas.gov.ar) da valores cercanos a 83 m3/mes de gas natural.
Recurso
Unidad
habitual
Poder
calorífico de la unidad en kilocalorías (kcal)
Poder
calorífico de la unidad en Mega-Joules (MJ)
Precio
residencial de la unidad en pesos
Energía
adquirida con $1, en MJ/S
Precio
por cada 1000 MJ=GJ en $/GJ
Gas natural
m3
9.300
38,9
0,24
162
5,9
GLP subsidiado
kg
11.900
49,7
1,80
28
36
GLP no subsidiado
kg
11.900
49,7
2,50
20
50
Electricidad
kWh
860
3,6
0,12
33
31
Gas Oil
litro
9.200
38,5
1,40
28
36
Kerosén
litro
8.900
37,2
1,45
26
39
Leña
kg
3.500
14,6
0,40
36
28
Carbón
kg
6.700
28,0
0,50
56
18
Tabla I. Distintos recursos energéticos, su valor energético, y precio estimado para usuario residencial de la ciudad de Buenos Aires y alrededores.
GLP: gas licuado de petróleo, también denominado gas envasado; el subsidiado corresponde al programa de ‘garrafa social’. El precio sin subsidio es el promedio del máximo y mínimo detectados, $22 y $28 para garrafas de 10 kg. Los precios para carbón y leña son por bolsas de 5 kg y 10 kg respectivamente, en el Gran Buenos Aires. Los valores calóricos de leña y carbón son de tablas, en condiciones de secado estándar.
Poder calorífico: aquí se indica el poder calorífico superior, como habitualmente se informa por los proveedores. En los cálculos precisos de combustión en donde el agua queda en forma de vapor y no líquida, debe usarse el poder calorífico inferior. Para gas natural, por ejemplo, el valor inferior es de alrededor de 8100 kcal/m3, y para el envasado de 11.000 kcal/kg. Para gas natural se toma el valor estándar de facturación, 9300 kcal/m3 (ver detalles y rango de valores reales en www.enargas.gov.ar).
J: Joule. Unidad de energía y trabajo en el Sistema Internacional de unidades (SI). Está relacionado con la potencia en Watt por la relación de 1J = 1 Watt.segundo. Con MJ y GJ se indica un millón y 1000 millones de Joule, respectivamente. El equivalente del calor es 1 caloría = 4,18 Joule.
La última columna indica el precio por GigaJoule (1 GJ = 0,9478 millón de BTU). La columna anterior representa la cantidad de energía que compra el usuario residencial con una unidad monetaria. En ambas columnas puede verse que el precio del gas envasado, kerosén, gasoil y electricidad es similar por unidad de energía adquirida. El más económico es, por mucho, el gas natural. Para carbón y leña los precios son muy variables en el mercado. Se asume que el posible usuario en Buenos Aires y alrededores compra estos combustibles en cantidades minoristas. Los precios para carbón y leña son inferiores a los del gas envasado, kerosén o electricidad. Sin embargo, su utilización involucra eficiencias térmicas en general menores, así como también problemas indirectos derivados de la presencia de humo y mayor requerimiento de ventilación. Entonces, el costo final de uso de estos combustibles puede estimarse como similar al del gas envasado, kerosén o gasoil.
En varios medios se insiste en que el uso de electricidad como recurso térmico tiene mayor costo para el usuario que el de gas envasado. Esto no es así. En la Argentina, desde el año 2001, el uso de electricidad como recurso térmico es, según la localidad, de igual o menor costo que el del gas envasado. Por ejemplo, con los datos de la tabla I, y si consideramos la mayor eficiencia de uso final, el costo para calentar agua y cocinar con electricidad puede ser de hasta la mitad del costo del gas envasado. La comparación entre un tiro balanceado a gas en garrafas y una estufa eléctrica con radiador de aceite también tiene un costo menor si usamos electricidad. Sin embargo, en varios medios de comunicación puede encontrarse, con argumentos equivocados, la afirmación contraria. La comparación con gas natural de red es distinta, ya que este tiene un precio de 6 a 10 veces menor que el del gas envasado. El rango de variación de precios está dado por condiciones particulares de comercialización y subsidios de cada localidad. Existen alrededor de catorce millones de argentinos fuera del suministro de la red de gas, abasteciéndose principalmente con gas envasado, kerosén o leña.
Si el objetivo de esos mensajes fuese convencer al público de no usar combustibles líquidos o electricidad, la elección de una estrategia de dogmas sobre la base de vocabulario científico no sería correcta. Si ese fuese el objetivo final, aunque resulte más dificultoso, se debe intentar la vía educativa y no la promoción de la ignorancia. Puede argumentarse que un medio periodístico no es el lugar para educarse, sino para formar opinión pública y esto parece ser correcto. Sin embargo, el hecho de usar conceptos técnicos y científicos distorsionados sería una acción, aunque no intencional, de tipo antieducativa para la cual tampoco se supone adecuado un medio masivo.
Nota propuesta
Dada la cantidad de errores en la formulación de conceptos físicos, sumada a la confusión introducida con respecto al gas envasado, preparé un texto en la forma de preguntas frecuentes (ver recuadro ‘Un ejemplo de nota’).
En el año 2004, envié parte de este texto como nota propuesta para su publicación en los diarios. En el envío expliqué que había errores en sus notas y que el texto que se proponía incluía las aclaraciones. Dejé en claro que eran datos ya publicados científicamente, ya sea en revistas con arbitraje, o en libros y manuales que pueden encontrarse en bibliotecas. Incluí la posibilidad de modificar la nota, y ofrecí a los diarios ayuda para la elaboración de la parte técnica de sus notas futuras. Mencioné también en los mensajes que existen varios departamentos de ciencias e ingeniería en la ciudad de Buenos Aires y alrededores. Finalmente, envié versiones resumidas a las respectivas secciones de cartas de lectores. En ningún caso logré que se publicaran las cartas de lectores o alguna nota con las aclaraciones a los errores.
Un problema que debe superarse
Es frecuente observar que también se publican otras notas que involucran a la física, traducidas literalmente de diarios extranjeros. Leyéndolas es corriente preguntarse: ‘pero cómo, si en la Argentina están Fulano y Zutano que son referentes en el tema, hasta consultados desde el exterior, ¿por qué no los consultan aquí?’. De esta observación también se infiere que la interacción que existe entre la comunidad de físicos y los medios locales es aún débil.
Desde otro punto de vista, hace unos años en Frankfurt, los colegas me explicaban cuán estrictos eran los requisitos para ser periodista en Alemania. El que se dedicaba a economía, primero tenía que tener un título de grado en economía, algo así como licenciado, y luego especializarse en periodismo. Lo mismo en historia, ciencias naturales, sociología y hasta en política. En Dinamarca me llamó también la atención que un estudiante que colaboró conmigo en un experimento, y lo incluyó en su tesis de maestría, se fuese a dedicar luego al periodismo. Debo confesar que en aquel momento me pareció exagerado; ‘bien alemán’ pensé en Frankfurt; ‘¿un master en física para periodismo?’, me saltó a la mente en Dinamarca. Hoy me doy cuenta de que si estas casi exageraciones fueran así en nuestro país, el tema del presente artículo no existiría.
En energía y sociedad, es probable que en el futuro veamos en los diarios la misma cantidad de errores que en 2004 y 2005. Tal vez, desde la comunidad científica, una acción educativa generalizada conduzca a que los medios estén científicamente mejor informados, y que consulten en los lugares adecuados.
Alejandro D González
Doctor en Ciencias Físicas, Universidad de Buenos Aires.
Investigador Independiente, Conicet.
agonzalez@crub.uncoma.edu.ar
alejandrogonzalez66506@yahoo.com
Lecturas sugeridas
BERRY RS, 1991, Understanding energy: energy, entropy and thermodynamics for everyman, World Scientific Publ., Singapore.
ENTE NACIONAL REGULADOR DEL GAS, www.enargas.gov.ar
GONZÁLEZ AD, 2003, ‘Comparación de artefactos domésticos, formas de energía y costo relativo para el calentamiento de agua destinado a cocción de alimentos’, Energías Renovables y Medio Ambiente 13, 27-36.
LEGISA JA, REALI O, 1989, ‘Energía: el azar y la necesidad’, Ciencia Hoy 1, nº 2, 47-55. febrero-marzo.
ROSENFELD E y otros, 2003, ‘El uso de la energía en el sector residencial del Gran La Plata. Discriminación de consumos, cambios tecnológicos y opinión de los usuarios en las décadas del 80 y 90’, Avances en Energías Renovables y Medio Ambiente 7, 07.25-07.30. Disponible en www.asades.org.ar
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